Nos han educado para competir, para ganar, para ser elprimero, para tener más como máxima en la vida. Desde pequeños, en el colegio, aprobar todo, ser el número uno y algún día irás a la universidad, y después trabajarás para tener y serás para tener.
Y teníamos y gastábamos y en el fondo nos divertíamos. Bebíamos, jugábamos a los videojuegos, follábamos, nos drogábamos y veíamos series estúpidas que nos hacían reírnos un poco y olvidarnos de la mierda de vida que teníamos. Y como nunca nos había faltado un filete de pollo en la mesa, ni un cuarto donde sufrir el drama del existencialismo humano (que de cuando en cuando atisbamos en la planos más o menos cercanos a nuestra realidad), hasta ahí todo ha estado bien. Y hemos seguido estudiando y preparándonos mientras seguíamos divirtiéndonos con el alcohol y los macdonalds.
Y todos estábamos más o menos hartos la competetitividad axfisiante —del inglés por huevos, de la presión de las entrevistas, de entrar a trabajos de becario siendo mierda sabiendo que, si acaso, contratan a uno de nosotros; de la presión de los exámenes, de trabajar de noche o los fines de semana—. De que tan sólo para salir por la puerta de tu casa tengas que tener un armario lleno de ropa porque repetir queda mal, depilarte como si los pelos fueran monstros repugnantes llegados de otro planeta para anidarse a la piel, igual a cualquier defecto sea el que contengas, que pueden ser millones, todos igual de penados por la sociedad de la imagen y la perfección. Hartos de hacer dieta, de comer sólo alcachofas hasta que se te vean los huesos del cuerpo, que es lo sexi. De la presión y soledad a la que llevan inmisericordemente el individualismo de la sociedad neoliberal y capitalista. Tanto tienes, tanto vales y sólo puede quedar uno. Y pensamos que todo era una mierda, pero que en 5 meses me iba de Erasmus, o de viaje a la Riviera Maya, o a Túnez y otro gallo cantaría.
Pero esa competitividad se ha hecho cada vez más asfixiante y esa pirámide que conforma el sistema capitalista se ha vuelto más aguda y la mayor parte de nosotros hemos quedado fuera irremediablemente. Las expectativas se han desmoronado y, como nunca hemos tenido que luchar para conseguir nada, nos hemos vuelto más bien conformistas. Y si gano 300 euros y soy becario con 26 años, pues al menos tengo trabajo. Y si no tengo trabajo, pues al menos tengo paro y puedo seguir saliendo los viernes emborracharme y olvidarme de todo lo demás. Y si no tengo paro, pues como 5 millones de personas, vaya cosa.
Pero me quitan el paro y me quitan la jubilación, y joder, y los hospitales cada vez son más privados y me doy cuenta de que con mis actuales 300 euros no podría pagarme la operación de una apendicitis, y me estoy haciendo mayor. Y me ofrecen el ansiado contrato: 700 euros, 6 meses. Y Rajoy me da asco y Rubalcaba me da asco, y realmente no entiendo muy bien qué es eso del sistema ejecutivo-legislativo y judicial, ni qué se hace en el Congreso ni en el Senado. Pero soy más o menso consciente de que yo elijo a los gobernantes y ellos se deben a mí, y por qué si puedo hablar con mi amiga tailandesa por skype, los políticos dicen que es imposible una forma de mayor representatividad y me piden carta blanca para cuatro años.
Mientras tanto, desde esos medios omnipotentes y que funcionan bajo la misma estructura capitalista, viejitos nos hablaban de cómo la juventud es pasiva, ignorante y mil veces peor que ellos —dios la guarde en su gloria!— , lo que hace que todos pensemos que los demás jóvenes son gilipollas, y sólo comen mierda y viven mierda y así pasan sus días, en la ignorancia de la vulgaridad.
Porque hasta hace muy poco, las formas de expresión pública (en esta sociedad sedentaria e individualista a la que ni pasa por su cabeza acudir a manifestaciones, huelgas o protestas) eran muy limitadas, y los medios de comunicación eran sólo para los grupos dominantes. Y la televisión daba espacio a Belén Esteban y Aida, y CNN se lo cedía a Gran Hermano 24 horas. Y los periódicos, esos panfletos eternos con líneas y líenas sobre Leyre Pajín y Ferraz y la renuncia de jueces del Tribunal Constitucional y las pugnas entre PP y PSOE, y los congresos, y los zapatos de última moda.
Y yo sólo con mi existencialismo y “pásame la botella” o la cocaína o la tarjeta de crédito, que lo quiero olvidar todo.
Pero una conjunción de factores ha permitido a unos poder demostrar su hartazgo, a otros, reflexionar, quizá por primera vez en su vida, sobre el sistema político y económico. Si los viejos no entienden de internet, será su problema, pero la realidad es que ya no necesito su televisión de mierda. Y un link, y otro link, y por lo que veo, no soy el único al que le importa todo. Y estos se concentran y también ellos, y mira que dice esta noticia que ha subido Marianita y mira este video, así empezó la crisis, y 140 caracteres, y aquí hay un enlace a las reflexiones originales de Fidel Castro: me puedo enterar realmente de lo que dijo, no necesito que un trasnochado me trastoque sus palabas y enrevese sus ideas. Y cada vez más tienen acceso a la libre expresión y ya no leo o veo sólo lo que quieren los poderosos. Este parece que piensa, por lo que dice en su blog, y este parece que siente: mira que fotos más impresioantes del atardecer. Y cómo puede ser que ellos tampoco tengan trabajo.
Hemos caído en la cuenta de que muchos pensamos, y no somos tan limitados como nos pintan los tertulianos en televisión ni los columnistas de 50 años. Y que somos un colectivo y también queremos pensar, a nuestra manera y a través de nuestros propios medios, los tenemos y son increíbles y revolucionarios en todos los sentidos. Igual mis aptitudes no son capitalistas ni buscan el beneficio, pero el arte sigue conmoviendo corazones, mal que le pese en Wall Street.
Y lo estamos intentando, mal que les pese a otros, que siguen empeñados en decir que somos ignorantes. Hemos encontrado una forma nueva de hacer las cosas, que es cuando se crean las cosas realmente nuevas (si es que la eternidad no es un círculo cerrado donde lo nuevo siempre es viejo y marca los destinos irremediablemente) y tenemos que seguir adelante. Y reflexionar y utilizar las herramientas que tenemos para construir, para decir ya no más este sistema de mierda.
Pero reflexionar es leer e informarse y pensar y tomar partido y analizar factores y pros y contras. Y a todos nos gusta hablar, pero tenemos que saber de lo qué hablamos. Y quizá no sea el Gobierno, y quizá sea muy difícil salir de la situación actual de Zapatero, a quien la crisis le vino dada. Y quizá el problema esté en los bancos, y en sus políticas de préstamos y en las empresas y la facilidad de desubicación, y el gobiernos a su servicios, y el dinero, al fin y al cabo. Y si podemos, finalmente, terminar con esta depredación, que pudo con Marx y Guevara y arruinó Irak, Afganistán y y ahora Libia, la bella Siria, dejan su poder al ya sempiterno poder del petróleo.
Y como dicen los movimientos feministas, es necesario deconstruirse y replantearnos muchas de nuestros comportamientos que nos llevan a idear como irremediable el patriarcado, quizá sería bonito tratar de realizar el mismo ejercicio con el sistema capitalista, que defendemos porque no imaginamos una vida sin dinero. Y pesar en cuántos de nuestros bienes realmente nos hacen falta para respirar, y pensar en que los que están arriba, están arriba porque los de abajo tienen con fin último llegar arriba. Y quizá, también, entre tanto pensamiento, sobre los millones de personas que diariamente se mueren de hambre, en otras tantas que nos hacen que se comen dos huevos, o dos tortillas de maíz al día, y así viven los niños creciendo poquito, entre tanto hermano. Y quizá no queramos que haya más gente arriba y más gente abajo o incluso queramos que los de arriba dejen de imprimir, desde las universidades, los medios, los anuncios y mensajes que nos llevan a la adquisición de bienes. Para ello, deberíamos de pensar y leer, y no sólo los libros que encabezan las estanterías de los centros comerciales.