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JASON (de nuevas)

AMABILIDAD CERO

AMABILIDAD CERO

Enté sin saber muy bien lo que quería. Iba sola y me iba a gastar bastante dinero, así que esperaba ser aconsejada por la encargada del establecimiento. Una cincuentona teñida de rubio. Comenzé a mirar ropa colgada cerca del mostrador con la esperanza de que la mujer que estaba tras él viniera a atenderme.

Debería haberme dado cuenta de que la dependienta no iba a hacerme el caso que esperaba. Mirarme, me miró. Sus pupilas se posaron en mí al entrar, pero apenas unos instantes, para emprender de nuevo su apasionada lectura de catálogos de ropa. Sabía que en las tiendas baratas, en plan Zara, las tenderas no son capaces ni de doblar la ropa al meterla en la bosla. Pero pensaba que en los establecimientos de precios más altos te trataban mejor. Por eso intenté captar la atención de la encargada. A pesar de que ésta seguía sin hacerme caso:

- Perdone, tango una boda... y no sé muy bien qué llevar... tengo que ir seria... pero...me gustaría ponerme algo, no sé, alegre, juvenil. No sé si me explico.

- En el otro lado hay ropa más elegante -dijo en un tono más que seco, sin despegar los ojos de la dichosa revista.

- Gracias -contesté, sin atreverme siquiera a mirarle a la cara.

En aquellos momentos podría haber alzado el brazo derecho aclamando Heil Fürher!, que no hubiera desentonado con la relación que, en el poco tiempo que llevaba en la tienda, se había establecido entre nosotras.

Afortunadamente, prontó encontré la ropa que quería. Debería habérmela comprado y haberme marchado de allí. Pero deseaba, anhelaba, una sonrisa, una muestra de humanidad de aquella estatua de hielo. Así que - en mala hora- hize un tercer intento de interpelación.

- ¿Le parece que me queda bien?

Al observar sus ojos, que expresaban una mezcla entre asco y desesperación por haberle molestado, cerré los míos, intuyendo su respuesta:

- No me parece que vayas como para una boda, igual para una comunión, pero para una boda, desde luego, no. Y esa chaqueta... está hecha para mujeres con más hombros, si no te quedan esas arrugas...

Me gustaba la ropa, pero ni se me hubiera pasado por la cabeza contradecirle y comprármela. La dejé y me fui. Al salir de la tienda reviví una escena en la que, con el dinero de mi décimo cumpleaños, me compré dos bollicaos seguidos, y la tendera me preguntó que si no me daban de comer en casa. Me sentí igual de pequeña. Cuando, al rato, se me pasó la consternación, me indigné. Y, como siempre, pensé en miles de contestaciones para la encargada de la boutique. Que a ver si a los comerciantes les parecía qu estábamos en haciéndoles un favor al comprar en sus establecimientos, que eran ellos los que salían más beneficiados, que no era más que una simple tendera, que en las tiendas deberían darles cursos de buenos modales... Pero luego, reflexionándolo en frío (no creo que haga falta decir que no estoy generalizando, ni que "yo tengo muchos amigos tenderos") pensé, pero qué bien se lo montan nuestros queridos comerciantes, no sé cómo lo han conseguido, pero tratándonos con el peor de los desprecios, seguimos comprando en sus tiendas.

3 comentarios

ay vaga vaga -

A ver si actualizamos...

Sirenita en tierra jaja -

Sólo un saludito. Y que estoy de acuerdo con el anterior comentario. No deja de sorprenderme el trato de algunos tenderos... Mis padres me comprendieron el día en que el camarero de un restaurante (del cual no daré el nombre) me lanzó el pan y la sopa atentando contra mi vida. En el postre no me dieron cuchillo pero... no sé tú, pero yo no me atreví a pedirlo.
Nos vemos Jasona!

Saritísima -

Y tanto: Heil Führer! Heil Hitler! Sieg Heil! Puede ser que esto de los dependientes neonazis vaya por comunidades? Igual es ya todo un tópico lo de los dependientes navarros... pero a mi me ha dado también esa sensación. De todas formas me parece más cruel la señora del bollicao. Te ha marcado, ¿verdad? Igual pensaste que era verdad, que tus padres no te alimentaban como debían. En fin, que bueno, por lo único por lo que te tienes que preocupar es por tus hombros porque, jasona, sí que son estrechos...